viernes, enero 15, 2010

15 de enero

9,26

Supongo que hay gotas que colman el vaso. Pero no dejan de ser más que simples gotas.

El viejo cinturón de piel, guardado en un cajón porque no consigues ajustarlo ni en el primer agujero (y que cuando lo compraste, vale, hace veinte años, te quedaba demasiado grande); el desagrable, hasta para ti, aspecto que tienes cuando te sientas desnudo sobre la cama y las bolsas de grasa se desparraman por encima de tus piernas; el aspecto de saco de patatas que tienes en invierno, cuando tu cuerpo atiborra pantalón, camisa, jersey, abrigo y hasta bufanda...

Y eso sin hablar de la salud. Esa cosa que todo el mundo dice que tiene tanta importancia, y pocos cuidamos.

Tengo que medirme la cintura, y así formar oficialmente parte de la población de riesgo cardiaco.

jueves, enero 14, 2010

Mi primer kilo

He adelgazado un kilo. En dos días. Eso no significa nada de nada. O quizás algo muy pequeño, significa que hay algo que funciona.

Sé que es un tópico, pero no deja de ser verdad. No me veo el pene. Bueno, exagero, la parte superior del glande, desnudo desde una (seguramente innecesaria) operación de fimosis, sí que surge, cuando miro hacia abajo, como un amanecer tras mi abombado abdómen.

O no estoy tan gordo como creo o la tengo más grande de lo que pensaba.

Tendría que medirlo, pero ciertas cosas hay que hacerlas a determinada edad, y yo ya la he pasado.

Ahora toca citar a Javier Krahe, que me viene al pelo:

"Y si hubo reproches fueron, en resumen
por su rendimiento, no por su volumen..."

miércoles, enero 13, 2010

13 de enero

9,50

Ayer terminé el día sin problemas. Me costó más de lo previsto contemplar a los demás mientras comían churros con chocolate y yo me hacía un té, pero un trozo de baguette seca me sacó del atolladero.

El segundo día siempre es más duro que el primero. Empieza a flaquear la voluntad. Siento más hambre. Y encima me duele la cabeza.

El hambre me da ganas de escribir. Eso siempre me recuerda a Van Gogh, que ayunaba para encontrar la inspiración.

El café también ayuda, pero he de tener cuidado, no quiero acabar como el gilipollas de Larsson.

11,29

Todavía no sé qué voy a comer. Carne con algo. Esta tarde tengo que comprar fruta y verdura. Qué pereza.

Y en verdad tengo que cortarme el pelo.

martes, enero 12, 2010

12 de enero, 12,53

Presumiblemente sigo pesando 97,8 kilos.

Tras largas reflexiones. He decidido comer una tortilla de espinacas y el pequeño resto de una lechuga.

Aunque de aquí al día 26 me alimentase exclusivamente de zumo de zanahoria (que detesto) no conseguiría entrar en el traje que llevé en la última boda familiar. Y no hablemos del traje de mi boda.

Y esta semana tengo que terminar y revisar la traducción de un libro de 300 páginas. Puede que eso me ayude a adelgazar.

Cortarme el pelo ayudaría a mejorar mi aspecto.

14,09

La tortilla resultó escasa (no consigo calcular bien la cantidad de espinacas congeladas) y su aspecto era deplorable. Aún así no sabía mal. La acompañé con la lechuga y un poco de pimiento rojo. Me voy a hacer un té a modo de postre. Hace un frío que pela.

12 de enero, 97,8 kilos a las 10,53

Seamos sinceros: yo actúo por impulso. Y hace unos diez minutos decidí, por un impulso, ponerme a régimen, y llevar un diario de ello.

Me he desnudado, me he pesado, y la báscula me ha informado de lo que peso: 97,8 kilos. Casi 15 más de lo que debería pesar, según calculó una de las varias endocrinólogas (¿endocrinas?) que he visitado en los últimos años.

Ya lo sé, debería haberme pesado nada más levantarme y tras vaciar los intestinos. Eso me hubiese ofrecido un dato más exacto de mi sobrepeso. El problema es que mis impulsos no suelen pillarme recién levantado. Además, a la mierda la exactitud. No voy a estar menos gordo si resto la taza de té con miel, las dos tostadas (grandes) y el café (con azúcar) que he ingerido esta mañana.

El día 26 de enero voy a conocer a la autora de un libro que he traducido, y no quiero que vea en mí al hombre de barriga puntiaguda en el que me he convertido sin beber cerveza.

Tengo justo dos semanas.

Dos semanas para pasar de ser un hombre gordo a tener cierto sobrepeso. Dos semanas para decirle a K.P., si se tercia, "estoy tratando de cuidarme algo más" y que me crea.

Mis impulsos no suelen ser aislados. Tengo cita para otra endocrinóloga el 18. Pero empezar el 18 me parece un poco tarde. Además, me pedirá análisis y no me dará un régimen hasta primeros de febrero. Y para entonces K.P. estará en París con la idea de que es traducida al español por un gordito amable.

¿Vanidad? Pues claro. ¿Por qué iba a adelgazar si no? ¿para que deje de darme la lata la hernia de hiato? ¿para dejar de resoplar cuando hago el amor con C., con la sensación de que la estoy aplastando? Los regímenes se hacen por vanidad, hombre.