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Supongo que hay gotas que colman el vaso. Pero no dejan de ser más que simples gotas.
El viejo cinturón de piel, guardado en un cajón porque no consigues ajustarlo ni en el primer agujero (y que cuando lo compraste, vale, hace veinte años, te quedaba demasiado grande); el desagrable, hasta para ti, aspecto que tienes cuando te sientas desnudo sobre la cama y las bolsas de grasa se desparraman por encima de tus piernas; el aspecto de saco de patatas que tienes en invierno, cuando tu cuerpo atiborra pantalón, camisa, jersey, abrigo y hasta bufanda...
Y eso sin hablar de la salud. Esa cosa que todo el mundo dice que tiene tanta importancia, y pocos cuidamos.
Tengo que medirme la cintura, y así formar oficialmente parte de la población de riesgo cardiaco.
Supongo que hay gotas que colman el vaso. Pero no dejan de ser más que simples gotas.
El viejo cinturón de piel, guardado en un cajón porque no consigues ajustarlo ni en el primer agujero (y que cuando lo compraste, vale, hace veinte años, te quedaba demasiado grande); el desagrable, hasta para ti, aspecto que tienes cuando te sientas desnudo sobre la cama y las bolsas de grasa se desparraman por encima de tus piernas; el aspecto de saco de patatas que tienes en invierno, cuando tu cuerpo atiborra pantalón, camisa, jersey, abrigo y hasta bufanda...
Y eso sin hablar de la salud. Esa cosa que todo el mundo dice que tiene tanta importancia, y pocos cuidamos.
Tengo que medirme la cintura, y así formar oficialmente parte de la población de riesgo cardiaco.
