Cuando uno decide que lo que quiere ser en esta vida es escribir, aunque sea con veinticinco años de retraso, lo primero que debe hacer es ponerse a escribir. Suena fácil, y uno se imagina a Jane Austen escribiendo Sense and Sensibility de un tirón, a la luz de un candil y con una pluma de ganso mojada en tinta china, y se pregunta de qué sirve el rápido teclado del ordenador si uno no sabe qué coño decir.
Pero ni Jane Austen escribía sus libros de un tirón ni uno ignora qué decir. Lo que ignora es cómo decirlo y, hasta que esa inspiración llegue, aporrea el teclado del ordenador para que la musa no le pille tocándose las narices, como ha ocurrido los últimos veinticinco años. Y eso ya es algo.
El otro día soñé que toda mi vida había querido ser escritor, y que hubiera estado dispuesto a pasar hambre y cualquier clase de calamidad por ello. El problema es que eso caducó hace unos años, y si yo me condeno a pasar calamidades condeno también a varias personas que dependen de mí. La cuestión está en si las condeno realmente o si serían felices viendo que me dedico a lo que realmente siempre he querido, dando el ejemplo que no tuve. ¿Sacrificarse por el incierto futuro de los que te siguen? Suena bonito, pero falso.
Un rato después
Ser escritor es escribir. El otro día me decía alguien que el problema de los escritores es que los demás los consideran como tales cuando han publicado un libro, y no mientras lo están escribiendo.
-¿A qué te dedicas?
-Soy escritor.
-¿Ah sí? ¡Qué interesante! ¿Has publicado algo que pueda leer?
-No, no he publicado nada, sólo escribo.
-Ah -Silencio embarazoso seguido de un comentario alabador sobre el color de tu camisa.
sábado, septiembre 15, 2007
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