
Como soy un caprichoso sin redención, me entraron ganas de comprármela. Mi cerebro de consumista se puso en marcha, encontrándole varias utilidades al aparatejo; menos mal que acudió en mi ayuda el sentido común, que me dijo: "Si costase cinco euros, ya me parecería una tontería pero ¿gastarse treinta euros por lo menos en un cacharro que vas a guardar en un cajón? Así que me alejé preguntándome: ¿para qué querría nadie una balanza de bolsillo?
Supongo que a priori soy un cándido, y que realmente hay gente que lleva una balanza en el bolsillo. Pensándolo un poco se me ocurren pocas cosas legales que requieran sacarse una balanza de la chaqueta.

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